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VIRGEN DEL CARMEN

VIRGEN DEL CARMEN
QUERER A LA VIRGEN

Hoy día fiesta grande de la Virgen, ¿verdad? La Virgen del Carmen, hoy. En este año de san José, seguramente podemos, ya lo hemos hecho, pero de nuevo, empezar mirando a san José.

Pidiéndole a san José un corazón como el suyo, con un amor como el suyo a la Virgen María; unos ojos como los suyos, para poder ver mucho más lejos, para poder ver en su real dimensión la grandeza espiritual – maternal – cariñosa de la Virgen María.

Quizá empezamos por ahí, no sé, cada uno de nosotros hace su oración personal, ¿verdad? Esto, estas palabras, estos audios sirven como la pista de despegue de un portaviones, pero luego cada avión vuela por donde vuele… y por aquí despegamos.

Quizás, tú despegas también hacia allá, mirando a san José, diciéndole: –José, ayúdame a querer muchísimo más a la Virgen. San José ayúdame a mirarla, conocerla muchísimo más, cómo tú.

LA VIRGEN Y SAN JOSÉ

Nos puede parecer como excesivo, ¿cómo voy a pretender yo querer a la Virgen como san José? o ¿cómo voy a pretender yo conocerla tan a fondo como san José?

Nos puede parecer una pretensión excesiva, pero, bueno, los pastores fueron allí a Belén, así no más. Se acercaron y quisieron acercarse a la Virgen y al Niño y quizá lo tomaron en brazos y podría parecer excesivo, sobre todo, después de lo que habían dicho los ángeles.

En verdad, lo que aparece allí en el evangelio, todo apunta a que la Virgen y san José les dieron una acogida muy grande, que les ayudaron muchísimo a los pastores; y a los reyes magos seguramente también y a tanta gente que se asomaría allí a la casa en Egipto, en Nazaret.

Así quizá no sea excesivo en verdad; y si nos parece excesivo, quizá, es porque nos falta poquito más de frescura, un poquito más de ser como niños (que es tan bueno). Pero, bueno, cada uno haga la oración como quiera, ¿verdad?

En cualquier caso, san José estará feliz de que le pongamos empeño, de que tengamos ganas de conocer a la Virgen, de quererla.

EL ESCAPULARIO DEL CARMEN

Algo tan propio, de hoy, de la Virgen del Carmen, quizás todos nosotros tenemos (¡ojalá!), puesto el Escapulario del Carmen. Ojalá todos nosotros tengamos la imagen de la Virgen, la imagen del Sagrado Corazón también, muy cerca de nuestro corazón. Es una maravilla eso del escapulario.

Pero más eso de estar como arropados, como protegidos, queridos, abrazados por la Virgen; eso a san José le encantará también. Quizá él también nos está animando, ahora mismo, en nuestra oración, quizás calladito, como en el evangelio, que no tiene una palabra de él.

Quizá también en nuestra oración, como casi sin que se note, quizá san José me está diciendo, te está diciendo a ti también: – Oye el escapulario, aprovéchalo más, si es que ya lo tienes; y si no lo tienes consigue uno, cuanto antes.; porque es tener a María, como san José, como san Juan Apóstol, luego. Entre todas mis cosas, en toda mi vida, el escapulario lleva tantísimo…

LOS CARMELITAS

Hay algo muy claro, pienso también hoy en día, que podemos agradecerle a la Virgen, lo que son los Carmelitas: los carmelitas, las carmelitas.

Pienso que es, como se dice de cajón, decir algo casi obvio o algo de total justicia y de sentido común porque en verdad, uno piensa: si no fuera por san Josemaría, con toda seguridad, este proyecto de diez minutos con Jesús no existiría con toda seguridad.

Y la verdad es que, bueno, uno nunca sabe porque Dios tiene sus caminos siempre, pero de hecho en la biografía de san Josemaría, para que él comenzara a caminar el camino qué caminó, fue clave que hubiera unas huellas en la nieve.

El camino por el que Dios llamaba a Josemaría no era un camino de carmelita, pero el inicio de una etapa importante de ese camino (de la vida de san Josemaría), comienza con unas huellas en la nieve de un carmelita.

Por eso, de alguna manera, también estos diez minutos con Jesús (este proyecto bueno de hacer oración, de poner empeño de acercarnos al Señor, de quererlo más), de alguna manera también el camino de “diez minutos con Jesús”, arranca (de alguna manera) en las huellas de un carmelita, en la nieve, fiel a su espíritu, fiel a su carisma, fiel al querer de Dios, no sólo fiel sino entregado, generoso.

LAS HUELLAS EN LA NIEVE

Fue en Logroño, san Josemaría… Bueno, era Josemaría, que tendría entre quince y dieciséis años porque fue en aquel invierno europeo de entre diciembre de 1917, enero 1918, ahí se sitúa, no se sabe la fecha exacta, pero es ahí.

Josemaría tenía entre quince años y dieciséis, fines de los quince, inicio de dieciséis. Estaba de cumpleaños el nueve de enero.
Entonces, Josemaría que tenía pensado ir terminando ya el colegio, el bachillerato escolar; y luego acceder a arquitectura y en el futuro formar una familia; lo tenía, era su horizonte y le hace ilusión …

De pronto, ve esas huellas en la nieve en Logroño. Y contactó, siguió -digamos- aquellas huellas, contactó a ese carmelita.
Al tiempo, conversando con él también, con la ayuda, con la gracia del Espíritu Santo en el corazón, se dio cuenta que no era ése el camino; pero si qué, aquel impacto que produjo en su alma: “si otros viven así de generosamente, si otros hacen esto por el Señor y yo, ¿qué hago?, ¿yo qué podría hacer?

Y el Señor se metió, “Tú Señor” (esto no es solamente hablar o escuchar, sino que es de verdad rezar y por eso nos dirigimos al Señor). “Señor Tu que tocaste suavemente pero claramente; suavemente porque respetando totalmente la libertad, llamando al amor a Josemaría”.

“Tú que tocaste suavemente pero claramente en el alma de Josemaría joven (15-16 años), Señor, quizá también hoy, puedes tocar en mi corazón, digo porque la Virgen hace estas maravillas”.

HACER LA VOLUNTAD DEL SEÑOR

En el evangelio aparece, hoy día nos cuenta san Mateo, como la Virgen está súper presente y como el Señor no desaprovecha la oportunidad para apuntar a algo muy clave, muy luminoso, precioso de la vida de su madre.

Cuenta san Mateo, dice:

“Estaba Jesús hablando a la gente cuando su madre y sus hermanos

(sus primos, verdad, sus parientes más cercanos),

se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno le avisó: -Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo. Pero él contestó al que le avisaba (una reflexión, un como indirecto o como dando liebre por gato):

¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: -Éstos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.”.

(Mt 12 46- 50)

Fíjate cómo, a veces, se usa ese refrán, eso de: “matar varios pájaros de un tiro”. El Señor, con esta frase, con este par de frases mata a varios pájaros de un tiro.

El Señor apunta fugazmente pero determinadamente hacia su Padre del cielo:

“El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos…”,

hablan de su madre, sus hermanos, de su familia, por decirlo así, Jesús apunta muy arriba, muy profundo.
¿Madre?, ¿hermanos?, ¿familia? ¿lazos de sangre? sí, si… Pero Dios y Dios es padre; y Dios es mi Padre.

ATENTOS AL CORAZÓN DE DIOS

Bueno, y a continuación también esto del querer de ese Padre bueno y el estar atentos a este querer. Y quiere que nosotros sus discípulos, sus amigos, estemos sintonizados con esa radio, estemos atentos a ese corazón, al de Dios Padre. Y como, en verdad también su madre, es maestra, es maestra de oración, de vida interior.

Hoy es un día fantástico, también es aniversario del nacimiento de la hermana mayor de Josemaría, de san Josemaría. En la Obra le llamamos “tía Carmen” (claro, si es la hermana del padre, entonces “tía Carmen”), familiarmente así es bonito. Le debemos tanto en la Obra por tanto; también en diez minutos es así.

También es un día muy bonito porque es el día en el que Guadalupe Ortiz de Landásuri se fue al cielo, dieciséis de julio, ¡qué maravilla!

Así que a la Virgen del Carmen le podemos pedir tantas cosas grandes hoy día, hay tantos motivos para celebrar. Pero seguro que san José nos dice: -ya, ya…pero antes de terminar la oración, acuérdate el escapulario.

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