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VIBRANTES Y ENCENDIDOS CON EL AMOR

VIDA de Jesús

Hoy es domingo quinto del Tiempo Ordinario. El domingo es el día del Señor, el día en que vamos a visitarlo para escuchar su Palabra.

¿Qué me dice hoy el Señor? Porque Él, que se dirige a todo el mundo, a todos los hombres, se dirige también a nosotros de un modo personal y particular. Él nos conoce bien y sabe qué quiere decirnos hoy.

PARTE TU PAN CON EL HAMBRIENTO

En la liturgia de la Palabra, que corresponde a hoy domingo quinto del Tiempo Ordinario, que coincide con el domingo 5 de febrero, el Señor se dirige a ti.
Y en la Primera Lectura, te dice:

«Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo»

(Is 58, 7).

Hay mucha gente que padece hambre en el mundo entero, es evidente, que no tienen que comer y es una realidad. Hay muchos que no tienen un techo para cobijarse.

En algunas ciudades se ven mendigos que están durmiendo en las calles, debajo de los puentes, en los parques.

Y hay mucha gente que pasa necesidad, no tienen ni siquiera lo elemental para poder vivir, para poder subsistir.

Es verdad que hay muchas iniciativas para ayudar a la gente necesitada. La Iglesia, por ejemplo, tiene en el mundo muchas obras de caridad.

Muchos santos han dedicado su vida entera para dar de comer o para dar un techo a los más necesitados.

Pero hoy, escuchando este pasaje del libro de Isaías, nos tenemos que preguntar: ¿Qué hago yo? ¿De qué modo puedo ayudar?

Algunas veces se da con alguna aportación económica, otras veces participando en alguna labor social.

Lo que no podría ocurrir, es que cerremos los ojos a la realidad y digamos: a mí no me toca, yo paso de largo, esto es para otros… Tenemos que reaccionar positivamente si somos buenos cristianos.

BUENOS CRISTIANOS


En este mismo pasaje del libro de Isaías, el Señor nos dice lo que nos pasa si ayudamos a los demás, lo que nos ocurre, si ayudamos a las personas necesitadas.

Dice el Señor:

“Brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá en mediodía”

(Is 58,8).

O sea, que nuestra cabeza se llena de luz, hay una gran nitidez para ver mejor todo. Y luego, las tinieblas están constituidas por el egoísmo, la ceguera, la indiferencia, todo eso que las personas a veces tenemos, y no vemos y pasamos de largo…

No nos preocupan los demás estamos metidos en nuestro mundo, en nuestras cosas, en una burbuja, muchas veces.

Y dice el Señor, si nosotros nos preocupamos de los demás: “Brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá en mediodía”

El mediodía es como el esplendor, es la luz, es la alegría, es resolver los problemas, las situaciones de mucha gente.

A TODOS NOS CORRESPONDE AYUDAR

¡Y eso es lo que tenemos que hacer! Y eso es sacar a mucha gente de esa indigencia o de esa miseria que están viviendo, que están padeciendo.
¡A todos nos corresponde ayudar!

En la segunda lectura de la Misa de hoy, san Pablo nos dice:

“Nunca me precié de saber cosa alguna, solo de Jesucristo, y éste crucificado”

(1Co 2, 2).

Nos está diciendo que lo más importante, es conocer a Jesús,¡Conocerlo a Él! Saber que vino para ser la redención, para salvarnos de la esclavitud del pecado, y que escogió el camino de la Cruz.

El Señor pone sobre sus hombros nuestros pecados, eso es el camino de la Cruz, todos los pecados de la humanidad encima de los hombros de Jesús.

Y son tan grandes los pecados de la humanidad, que Cristo tiene que sufrir lo indecible.

En toda la Pasión, todo ese camino al Calvario, el Viacrucis, vemos ahí en cada estación, el sufrimiento del Señor por nuestros pecados.

Y cuando vemos cómo está el mundo, vemos guerras, en el siglo XX, pues ha habido dos guerras mundiales, con millones de muertos.

En los tiempos actuales, también sigue habiendo guerras, como la de Ucrania con Rusia, donde muere mucha gente, y en otros países también.

Vemos situaciones de inmoralidad, de corrupción, de violencia en todo el mundo, ¡por eso el Señor padece en la Cruz! Y nos invita a nosotros a llevar la Cruz, a ayudarle a llevar la Cruz.

Ayudar a poner sobre nuestros hombros también, muchas culpas de mucha gente que están pecando y están lejos de Dios y no se acercan a Dios y continúan con los pecados.

Y tenemos que saber suplir como Jesucristo, que suple llevando el peso de nuestros pecados.

NOS SENTIMOS LIBRES

Y nosotros igual, cuando vamos a la Cruz,cuando llevamos el peso de la Cruz de Jesús, nos sentimos libres.

El Señor ha dicho:

««Mi yugo es suave y mi carga ligera»

(Mt 11, 30).

Hay una gran libertad, una gran alegría porque estamos resolviendo muchos problemas y sobre todo estamos conduciendo a mucha gente por el camino correcto, el camino que lleva al Cielo.

Y el Evangelio de hoy es una invitación para ser apóstoles, el Señor les dice a los apóstoles:

«Ustedes son la sal de la tierra. Ustedes son la luz del mundo»

(Mt 5,13-14).

Y eso nos dice a nosotros también, somos y tenemos que ser la sal de la tierra y la luz del mundo.

El Papa Juan Pablo II cuando estaba en Tor Vergata, en aquella jornada de la juventud en Italia. les dijo a los jóvenes con esas palabras de santa Catalina de Siena:

“Si sois lo que debéis ser, prenderéis fuego a todo el mundo».

ENCENDIDOS CON EL AMOR DE DIOS

Todos tenemos que estar encendidos con el amor de Dios. ¡El fuego del amor de Dios difundido por todas partes!

Y esto es lo que dice el Señor en el Evangelio de hoy a los apóstoles: “Ustedes son la sal de la tierra.”
Pero les advierte:

««Pero si la sal se vuelve insípida, ¿con que se la salará? Ya no sirve más que para tirarla»

(Mt 5, 13).

O sea, si nosotros somos la sal de la tierra, la sal en las comidas, pues la sal no debe faltar. Cuando falta la sal, uno pide la sal, para que la comida sea agradable. Pero si la comida tiene sal, nadie dice nada, y uno dice: ¡qué rica comida!

De igual manera, nosotros en el mundo tenemos que ser como esa sal que da el sabor, y como esa luz que está encendida.

También el Señor nos dice cómo tenemos que llevar la luz, dice:

«No se enciende una lámpara para ponerla debajo, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa»

(Mt 5, 15).

¡Que ilumine! La luz tiene que iluminar, y dice: “que alumbre a todos los de la casa.” Que ninguno se quede sin luz, que todos tengan luz, que todos en nuestras casas, en nuestros hogares tengan luz.

SEAN LIBRES

Porque nosotros estamos con Dios, porque metemos a Dios en nuestra vida y Dios enciende esa luz para que todos vean la realidad, vean la verdad y sean libres.

Por eso el Señor dice en el Evangelio de hoy:

«Brille vuestra luz, para que vean vuestras buenas obras»  

(Mt 5, 16).

O sea, si nosotros tenemos la luz de Dios y llevamos a Cristo, hay obras, hay cosas buenas que hacemos, y que son luz para los demás.

“Obras son amores”, dice el refrán. Y tenemos que preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras obras? ¿Qué hemos hecho? ¿Qué he hecho hasta ahora? o ¿Que estoy haciendo ahora en estos momentos? o ¿Qué quiero hacer?

¿Qué es lo que quiero hacer? ¿Qué tengo en el corazón? ¿Qué voy a hacer más tarde,qué voy a hacer mañana, el próximo mes, este año?

Y cuando nos hacemos estas preguntas, tenemos que mirar a Dios ¿Qué quiere Dios que yo haga?

Todos tenemos un papel que cumplir, Dios nos ha dado un encargo, una misión tenemos que preguntarle a Él: ¿Señor, para que me has traído al mundo?

Porque no da lo mismo vivir de cualquier manera, como si no nos hubiera dicho nada Dios, como si estuviéramos sin ninguna misión.

VIBRANTES Y ENCENDIDOS

Tenemos una misión todos los cristianos y tenemos que tener encendido nuestro corazón, vibrante para poder realizar esa misión, que es una misión divina.

Tenemos que contar con la gracia de Dios, con la ayuda de Dios, la ayuda de la Virgen, la ayuda de los santos, para sacar adelante todo eso que Dios nos pide.

San Josemaría nos decía:

De que tú y yo nos portemos como Dios quiere —no lo olvides— dependen muchas cosas grandes. (Camino, cap. 36, 755)

O sea, que tenemos que pensar a lo grande, -como se dice-, para sacar lo que Dios nos pide.

Y Dios ha venido para salvar al mundo, y quiere que nosotros también salvemos al mundo, de tanta corrupción, de tanta guerra, de tanta violencia, de tantas cosas que vemos.

Somos nosotros los llamados por Dios para llevar la paz, la alegría, la serenidad, las virtudes cristianas, la honradez, por todo el mundo.

Vamos a pedírselo a la Virgen María. Dios eligió a la Virgen como camino para llegar al Cielo.

La Virgen nos da un ejemplo de cómo tenemos que hacer las cosas, y siempre que nos fijamos en ella, ella está dispuesta a ayudarnos, y nos alcanza las gracias que necesitamos.

Ella tiene una misión, y esa misión es ayudarnos a nosotros, ayudarnos a todos para poder llegar a ese lugar de felicidad que es el Cielo.

Vamos felices con ella, vamos felices con la Virgen, vamos con mucha esperanza a esas metas que el Señor nos pide.

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