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EL SANTO OBRERO

Corazón de San José

            “Un viejo carpintero decidió retirarse de su vida laboral y le comunicó a su jefe que ya estaba mayorcito y que quería retirarse a estar con su familia, a descansar.  El jefe se entristeció mucho con esa noticia porque aquel hombre era su mejor carpintero.  Decidió pedirle, eso sí, un último favor: que le construyera una última casa “como Dios manda” antes de dar un paso al costado.

            El carpintero aceptó la proposición y empezó la construcción con esmero y dedicación.  Cuando terminó la casa, el jefe vino muy contento, lo felicitó y, acto seguido, le entregó la llave de aquella casa diciéndole: es tuya.  Esta es tu casa, es mi regalo para ti y tu familia por tantos años de buen servicio.”

Con esta pequeña historia felicitamos hoy a san José, en la fiesta que le llena de orgullo: San José obrero.  Que justo cae en sábado, el día de la Virgen y, además, da inicio a su mes, al mes de la santísima Virgen María.  Mejor dicho, puras “diocidencias”.

EL TRABAJO ES UNA BENDICIÓN

Te propongo que vayamos a Nazaret, a la casita de José.  Entramos, la Virgen silenciosa, quizá está recogida en oración; al fondo, ya empieza a escucharse el ruido del martillo y de la sierra.  El taller está al otro lado de un pequeño patio o jardín (o solar como se llama en mi tierra).

Vamos pensando: ¡Qué vida la de san José! Una vida de trabajo que no reniega de esa sentencia dirigida a Adán:

“Comerás el pan con el sudor de tu frente”.

(Gn 3, 19)

¡No! Para José el trabajo es una bendición.

Tenemos que decir que la labor de José no es propiamente intelectual; es un trabajo mecánico pero que, poco a poco, se va convirtiendo en arte -como cualquier trabajo que se domina-, se vuelve en un arte.

Igual, a José sólo le gusta ser un obrero de ciudad; mejor dicho, de pueblo.  Esa será la ocupación de toda su vida y se siente honrado, orgulloso de ser un humilde artesano.

HACER BIEN EL TRABAJO

Y yo Jesús, que hago este rato de oración, ¿estoy contento con mi labor, con mi trabajo, por humilde que sea? Nos podemos preguntar: ¿cómo trabajaba José? Nunca, nunca, de mala gana o interrumpiendo el trabajo distraído con el celular o contentándose con cosas hechas a medias, con mediocridad… no, no, no.

Qué esfuerzo ponía san José en su trabajo. Qué cuidadosa atención, qué aplicación para que el cliente quedara satisfecho con su trabajo, con las sillas, con las mesas, con la carpintería…

Y ¿en qué nos apoyamos para decir que trabajaba con tanta perfección? Creo que la clave está en entender que José fue guiado por el espíritu de fe.  Es un excelente carpintero, porque su profesión es -para él- una voluntad expresa de Dios.  Hacer bien el trabajo, voluntad expresa de Dios.

Si José hubiese recibido de lo alto campos para cultivar o rebaños que conducir, habría sido, igualmente, buen labriego o buen pastor, de seguro.

RECTIFICAR LA INTENCIÓN

El trabajo que Dios quiso para el padre adoptivo de Jesús fue el de carpintero y se le reconocía como el carpintero.  Además, tenía fama y, creo, -mirando a san José- que, como cualquier hombre, disfrutaba la satisfacción -muy humana-, que causa una tarea bien hecha.

¡Claro! El que le dijeran: oye, ¡qué buena mesa has fabricado!  Mi abuela está feliz con la mecedora… ¡Claro que se alegraba con esas cosas! Pero para él este gozo no es sino accesorio, porque realmente con lo que san José se regocija, es en hacer la voluntad de Dios.

¡Qué buen propósito! Siempre en nuestro trabajo rectificar la intención diciendo: “este trabajo lo hago por amor a Ti”.  Podemos rectificar la intención en el trabajo, por ejemplo, antes de empezar la tarea o realizando ya la tarea o al final también; mejor dicho: antes, durante y después, rectificar la intención: “Señor, lo hago por amor a Ti”.

!QUÉ MODELO!

Vamos a pedírselo a san José: José que, como tú, no me busque a mí mismo, sino que vea, en todo, la voluntad de Dios.  Y ¿cuáles eran los estímulos que motivaban cada día el corazón de san José? El hecho de trabajar con Jesús, el Hijo de Dios vivo y después llegar a casa y encontrar a santa María.

Qué bueno pensar que Jesús se convirtió en el aprendiz de José desde chico.  Por eso, ya cuando José no está en este mundo, la gente dirá: Este es el Hijo del carpintero; como aparece hoy en el Evangelio.

Seguro, llegaría un día en la vida de Jesús en que, respetuoso y tierno, le dijo a Su padre: “Hace mucho que te fatigas.  En adelante, Yo continuaré tu obra y tú descansaras” y, desde entonces, la clientela conoció al carpintero Jesús, ya no a José, sino al carpintero Jesús -eso sí, el sucesor del carpintero José.

Esperemos que José haya tenido, en esta vida, esa alegría: escuchar que alguna vez se referían así a Jesús.  Gran honor para el santo Patriarca: ahí está el Hijo del carpintero.  ¡Qué orgullo! ¡Qué modelo!

¿CUÁL ES EL MEJOR TRABAJO?

Jesús, ¿Me quejaré yo por estar dedicado demasiado tiempo en la misma obra? ¿En el mismo trabajo? Porque José se dedicó a eso toda la vida.

Me permito una reflexión final: ¿Cuál trabajo es mejor: el intelectual o el manual?  A esto, respondía lo siguiente san Josemaría (que recuerda que es el fundador del Opus Dei y el carisma del Opus Dei es: la santidad en medio del trabajo.  San Juan Pablo II lo llamó: El santo de lo ordinario; del trabajo ordinario):

“Pues aquel que se haga con más amor de Dios.  El que esté más enamorado, en definitiva, es el mejor trabajador”.

Cuando le comentaban que algún miembro del Opus Dei ocupaba cargos relevantes (no sé si conoces a alguien del Opus Dei que tenga algún cargo relevante) san Josemaría respondía y reaccionaba de la misma manera:

“No me interesa su actividad en cuanto tal, me interesa saber, en cambio, si es piadoso, si es apostólico, si procura no considerarse una excepción en el cumplimiento de su plan de vida.

            Si, a pesar de las miserias y defectos personales que tendrá -porque todos lo tenemos- procura comportarse siempre como un hombre de fe, de modo que las personas que estén en contacto con él perciban que es un hombre que trata, conoce y ama a su Dios.”

Vamos a pedirle a san José, el santo de este año, que nos ayude a ser buenos trabajadores; a ir construyendo, con nuestro trabajo, esa morada eterna como en la historia del comienzo de este rato de oración.

Que nuestra Madre, santa María, a quien miraremos con especial cariño en este mes dedicado a ella, sea testigo de nuestros buenos deseos.

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