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EL REINO DE DIOS HA LLEGADO

el reino de Dios ha llegado, APRENDER A SUFRIR CON CRISTO

“Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón”

(Sal 19, 9).

Con este: “alegran el corazón” comenzamos a hacer un ratico de oración; un rato de conversación con Jesús que nos ve, que nos oye, que se interesa por nuestras cosas, que se interesa por nuestro corazón y que está dispuesto a alegrarnos el corazón.

Esto es un salmo, es el salmo de la Misa de hoy.

“Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón”

Qué bueno es, con sencillez y naturalidad ponernos delante del Señor.

YO CREO A MI MANERA

Y ahora se puede escuchar por ahí: -No, no, es que yo creo a mi manera… ¡Pues claro! ¿Cómo vas a creer a la manera, no sé de quién…?, ¿Tal vez de alguien del Antiguo Testamento? o ¿De alguien que va caminando por la calle?

No ¡Claro, creer a tu manera! ¡Con autenticidad! Eso sí, porque te da la gana, que es la razón más sobrenatural, con el corazón, poniendo todo el corazón, con alegría.

Hace unos días celebrábamos a San Vicente de Paúl, que decía:

“La caridad, en efecto, es la máxima norma, a la que todo debe tender: ella es una ilustre señora y hay que cumplir lo que ordena”.

Por eso, los mandatos del Señor, no son los mandatos solamente de la santa madre Iglesia o de lo que dicen por ahí los sacerdotes. ¡Son los mandatos del Señor! Son rectos y eso alegra el corazón. No nos complica la vida, no nos amarga la vida, ¡Nos alegra el corazón!

Por eso, aquella disculpa: “yo creo a mi manera”, me parece que es el camino. Debemos encontrar el camino para que, con nuestra manera “auténtica”, “natural”, amar al Señor con todo nuestro corazón. Y esto nos dará mucha alegría.

EL REINO DE DIOS

Este salmo me pareció bueno para comenzar.  Jesús comentando con buen humor, como Tú quieres alegrarnos el corazón. Pero vamos al Evangelio de la Misa de hoy, es de san Lucas.  Cuenta cómo Jesús envió a los discípulos a predicar:

“En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos y los mandó delante de Él.  De dos en dos a todos los pueblos y lugares donde pensaba ir Él”

(Lc 10, 1).

Sigue un poquito más el Evangelio:

“Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella y decidles: «el Reino de Dios ha llegado a vosotros»”

(Lc 10, 8-9).

Jesús, en este rato de oración quiero hablar precisamente de ese: Reino de Dios”, ¡Anunciadles el Evangelio del Reino! Evangelio es una palabra griega que significa: “Buena nueva”, una buena noticia. ¿Cómo empezaste Tu, Jesús, a predicar?

“Arrepentíos y creed en el Evangelio”

(Mc 1, 15).

Es decir, en el Evangelio que quiere decir: ¡Buena nueva! Creer en la buena noticia. ¿Y cuál era la buena noticia Jesús?  Que había llegado el Reino de Dios, esa era la buena noticia.

Pero, para entender esta respuesta hay que saber un poquito más… “Porque hay que recordar que Tú, Jesús, eras judío y te dirigías a judíos y los que te oían sabían que había un Rey que estaba prometido y que un día vendría el Reino de Dios”.

EL REINO DE DIOS SOBRE LA TIERRA

Un Reino de Dios que renovaría el reino histórico de Israel, que había fracasado tantas veces. Sí, había sido derrotado por sus enemigos en múltiples ocasiones.  “Y además, en ese momento Jesús, cuando Tú llegas (hace 2021 años), el pueblo judío llevaba 200 años de dominación griega y romana”.
Todos los judíos conocían las profecías de los profetas de Israel.  Dios mismo instauraría el Reino sobre la Tierra.

“¡Claro! es que el anuncio Tuyo Jesús, tenía que resultar bastante desconcertante, porque Tú predicabas la llegada del Reino, pero no parecía como que si se fuera a instalar rápidamente; para derrotar -qué sé yo- a los invasores…

“Tú no habías reunido, ni siquiera, a un grupo de hombres meramente ágiles para la guerra, para la batalla; no habías reunido tropas, no las habías entrenado, no había objetivos militares.

“El Reino que Tú anunciabas era: Que había que convertirse para entrar en el Reino de Dios, que ese Reino ya había empezado y que estaba ya entre sus discípulos, entre los hombres.

“Además, Señor, cuando Tú explicas que va a llegar al Reino, lo haces también con el “Sermón de la Montaña”. ¡Qué paradojas! Alabanzas a los que sufren, a los que lloran, a los que tienen hambre, a los que son perseguidos por la calumnia… ¡Pero, qué Reino es este!”

PORTENTOS, SIGNOS Y MILAGROS

Nos tenemos que poner en la situación.  Es difícil hacerse a la idea de que pasaría por las mentes de los que te oían Jesús. Muchos se quedarían admirados de Tu doctrina, porque es bonita, es hermosa.

Y Tú, la acompañabas de portentos, de signos y de milagros y eso conmovía; Tu misericordia, conmovía. Tu respuesta ante el dolor, ante el sufrimiento… Además, sin buscar ningún espectáculo Señor, porque cuando querían hacerte Rey, no lo permitías.

Pero, Jesús, eso no parecía que pudiera terminar en un Reino “normal” en esta tierra. En los Evangelios, se ve que incluso también, hay discípulos que no le entendían y que abandonaban al Señor.

“Quizás estos 72 que mandas hoy en el Evangelio a predicar a todas partes… y tal y como predicas Señor, el Reino de Dios se ve que consiste, sobre todo, en “una nueva manera de vivir”.

La buena noticia es: ¡Cómo hay que vivir en esta tierra! ¡Esa es la buena noticia! Llega el Reino de Dios, ya está instaurado en este mundo y lo bueno de esa noticia, es que hay una nueva manera de vivir en esta tierra.

LA BUENA NUEVA ES PARA NOSOTROS

“Ese mensaje ya estaba.  Sí, en los diez Mandamientos… pero Tú, Señor, le añades muchísimo más… ¿Qué dices, Tú?”

“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre si no es por mí”

(Jn 14, 6).

Ahora tenemos que ponernos en situación, porque el Evangelio no fue escrito para los judíos de hace 2021 años, sino para nosotros. Ese anuncio del Reino de Dios, ese anuncio de la Buena Nueva, ¡es para nosotros!

Por eso tenemos que leer y acercarnos al Evangelio Señor. Cuando utilizo la palabra “tenemos”, me suena un poquito como… -No, ¡no tenemos nada!

Pero sí, “debemos” acercarnos al Evangelio, como con esas ganas de encontrar allí: ¡Una manera nueva de vivir! Una nueva manera de entender lo que nos pasa, la realidad que nos circunda, las tareas que tenemos encomendadas; nuestro trabajo, nuestra familia, todo verlo a la luz de: ¡La Buena Nueva!

Y aprender a vivir la novedad del Evangelio, que es nuevo, porque es para nosotros.  Por eso, cada día meditamos en los pasajes de la Escritura, que tanto nos ayudan Señor, a entender la vida de una nueva manera.

Ponemos todo esto en las manos de nuestra Madre, santa María.

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