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PARA ALCANZAR LOS PRIMEROS PUESTOS

humildad

Nos traes el Evangelio de hoy de san Lucas: 

En aquel tiempo, entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer.  Y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo: 

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú y vendrá el que les convidó a ti y a otro y te dirá: «Cédele el puesto a éste».  Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto para que cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba”, entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.

Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido»”

 (Lc 14, 1. 7-11).

INSISTES EN LA HUMILDAD

El Señor no pretende aquí dar una lección de buenos modales ni sobre cómo deben ir las autoridades de acuerdo a su jerarquía en un acontecimiento.  En una fiesta -en este caso en una boda- sino que insiste en un punto decisivo, que es el de la humildad; tan necesaria para la salvación. 

El Señor aprovecha cualquier circunstancia, cualquier situación, para ponerla siempre de relieve. Mayor es la virtud de la caridad, como también sabemos; pero la caridad con la soberbia no es compatible. Es el vicio contrario a la virtud de la humildad.

TE SIRVES DE TODO

Aquí, el Señor se sirve de esa actitud que observa entre los asistentes a un banquete para insistir de nuevo en que, en el banquete celestial, es Dios quien nos asigna el puesto que cada uno está llamado a ocupar.

El Papa Benedicto, una vez comentando esta parábola, decía que podría tener un significado más profundo.  Hace pensar también en la postura del hombre con relación a Dios.  Decía: 

“El último lugar puede representar la condición de la humanidad degradada por el pecado. Condición de la que solo la Encarnación del Hijo puede elevarla. Por eso, Cristo tomó el último puesto en el mundo, la Cruz. Y principalmente con esta humildad radical, nos redimió y nos ayuda constantemente”.

SEÑOR, ERES TÚ 

Saber que no son nuestras fuerzas las que nos salvan y nos dan la vida, sino siempre es el favor divino. Humildad, como decía santa Teresa, es la verdad, es situarnos en la verdad, es estar en nuestro sitio. 

Evitar que, en algún momento dado, la ambición nos ciegue y nos lleve a convertir nuestra vida (como vemos en muchos) en una loca carrera por alcanzar puestos cada vez más altos para la que, quizás -en muchos casos- ni siquiera serviríamos o quizás más tarde, habrían de humillarnos. 

LA AMBICIÓN

La ambición, que es una de las formas de soberbia, siempre es frecuencia de un malestar íntimo en quien la padece. Es verdad que en toda persona, lo experimentamos todos, está ese deseo, que puede ser bueno y legítimo alguna vez, de honores, de alcanzar la gloria humana. 

Pero la ambición aparece en el momento en que se hace desordenado ese deseo de honor, de autoridad o de estar por encima de los demás o de ocupar una condición superior o que se nos considere como tal… 

Saber que la verdadera humildad no se opone a ese legítimo deseo que tenemos todos, del progreso personal, la vida social, de gozar del necesario prestigio profesional, de recibir el honor y la honra que corresponde a la dignidad de toda persona y que son debidos. Todo eso puede ser compatible con una honda humildad.

TODA LA GLORIA A TI SEÑOR

Pero quien es humilde, al mismo tiempo no busca exhibirse; y, en el puesto que ocupa, sabe que no está para lucir o para ser considerado, sino para cumplir una misión cara a Dios y siempre también, en servicio a los demás.

“No a nosotros, Señor; no a nosotros, sino a Tu nombre da la gloria”  

(Sal 115).

Esas palabras del Salmo, saber que todo lo bueno es de Dios y a nosotros, lo que es propio, es la deficiencia y el pecado. Ahí sí tenemos todos los derechos de autor, Copyright, eso es completo de nosotros. Pero lo bueno nos viene de Dios. 

CONSCIENTES DE NUESTROS TALENTOS 

En todo caso, nada tiene que ver esa virtud ni con la pusilanimidad o la mediocridad, mucho menos con el mal gusto, la miseria, la suciedad o con el complejo de inferioridad, con la timidez; no tiene nada que ver la humildad con eso. La humildad nos lleva a tener conciencia de los talentos que el Señor nos ha dado; a todos nos ha dado algún talento. 

Pero para hacerlos rendir con corazón recto, rectitud de intención, nos impide ese desorden de la jactancia o de presumir de nosotros mismos. Nos lleva también a esa moderación y a dirigir a Dios esos deseos de gloria que se esconden en todo corazón humano. 

DELANTE DE TI SEÑOR

Reconocer nuestra nada delante de Dios. Delante de Dios somos menos que nada; pero al mismo tiempo, reconocer que somos portadores de esencias divinas de valor inestimable. Somos hijos de Dios e iremos por el mundo con esa altísima dignidad de ser instrumento también vivo para que Él actúe en el mundo.

Esa visión es la más real de todas. Nos lleva siempre a agradecer continuamente, a mirar a los demás con respeto, a no mendigar esas pobres alabanzas y admiraciones humanas, que tampoco valen y, al mismo, tiempo tampoco duran. 

CAMIMO DE HUMILDAD

Para aprender a caminar por ese sendero de la humildad, tenemos que saber aceptar también esas humillaciones externas que pueden llegar en algún momento de nuestra vida, en nuestra cotidianidad. 

Pidiendo al Señor que nos unan a Él, que nos enseñe a considerarlas como un don divino para reparar, para purificarnos, para llenar como debemos al Señor sin que nos dejen desanimados; y acudir al Sagrario si alguna vez nos duelen un poco más.

SER DÓCILES

Ser dócil en la dirección espiritual, acogiendo esas indicaciones o correcciones que nos puedan hacer alguna vez.  Luchar contra la vanidad que siempre está así como muy despierta. 

Reprimir esas tendencias que todos tenemos a hacernos sentir o decir siempre la última palabra.  No ser el centro de atención de los que nos rodean; aceptar alguna vez los errores y las equivocaciones en lo que quizá parecía que estábamos completamente seguros y no es, total… 

Esforzándonos en vivir siempre y ver a nuestro prójimo con una visión también optimista, positiva, no considerando prescindible de nada. 

COMO MARÍA

Nuestra Madre, santa María -en la que el Señor hizo cosas grandes porque vio la humildad- que nos enseña a ocupar el puesto que nos corresponde ante Dios y ante los demás; la verdad de nuestra situación. 

Que ella nos ayude a progresar en esa virtud y amarla como un don precioso que es. 

Me queda también despedirnos. Durante una temporada estaré fuera de estos 10 minutos Jesús, Dios los bendiga a todos.

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