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PADRE EN LA OBEDIENCIA Y EL AMOR

PADRE EN LA OBEDIENCIA Y EL AMOR
CELEBRAMOS A SAN JOSÉ

¡Qué alegría el día de hoy poder celebrar esta solemnidad de san José! Y es como una gran luz que se nos manifiesta en este camino de la Cuaresma. Y empecemos por allí, Señor. Al considerar esta Cuaresma como un camino, que nos planteaba el Papa Francisco, un camino, un camino de conversión y al fin de cuentas es un camino hacia Ti.

Como le gustaba repetir a Benedicto XVI, que nuestra fe es un encuentro con una persona: Jesucristo, Jesús de Nazaret. Y por eso, la fiesta de la solemnidad de hoy, algo grande, nos hace ver qué importante es san José. Tan importante que el Papa ha querido dedicar este año a san José, patrono de la Iglesia Universal.

UNA IMAGEN PARA ORAR

Y es justamente este hombre, quien nos puede enseñar quien es Jesucristo. Y pensaba Señor, ahora haciendo mi rato de oración, en una imagen que hay en la sacristía de una capilla donde suelo celebrar la santa misa.

Es un cuadro grande, diríamos como de tamaño natural. Y está pintado san José. Un san José joven. Y tiene al Niño Jesús que está recostado y durmiendo en su pecho. San José está de pie, lo lleva en sus brazos, y el pequeño Jesús duerme en su pecho.

Es una imagen preciosa, que al menos personalmente me ayuda a la piedad, digamos que para hacer oración para prepararme a celebrar la santa misa.

Y puedo decir que me entra un poquito de envidia. Debemos sentir un poquito de envidia de san José por el papel que le tocó vivir, que le tocó desempeñar, por haber estado tan “pegadito” a Jesús.

Creo que cualquiera de nosotros “mataría”, por estar en su lugar. Un lugar nada fácil, porque san José se había casado con María Santísima, se habían desposado. Y en ese momento, por las costumbres, no vivían juntos aún. Se esperaba un tiempo hasta ya finalmente estar juntos, para establecer la convivencia.

EN LA OBEDIENCIA Y EL AMOR

Y en esas circunstancias, san José se da cuenta que María está embarazada y sufriría mucho. Leemos lo poco que nos cuenta el evangelio de san Mateo. Nos hacen ver que san José sufre y es un hombre y lo podemos decir con certeza: que es un hombre tan bueno, que no la acusa. Ya que, según esa ley, tendría que haberle acusado, y María hubiese terminado lapidada. ¡Una locura!

Pero san José la ama tanto, que está dispuesto más bien a cargar él con la culpa, con la deshonra. Por eso piensa irse. Sufre san José, y, sin embargo, sabe que se ha sacado la lotería, porque también él es parte de ese plan de Dios. Un plan que implica que los propios planes de san José cambien.

No tendrá una vida tranquila. No. Porque en cuanto Dios se le presenta en sueños, o, mejor dicho, ese ángel enviado por Dios se presenta en sueños y le dice:

«José, hijo de David, no temas tomar a María, tu esposa».

(Mt 1, 20)

Y le explica a continuación qué es lo que ha pasado.

UN HOMBRE DE ORACIÓN

Y entonces san José, que es un hombre de oración, un maestro de oración. Está atento a lo que Dios le dice, en este caso por sueños. Se sabe que hay santos que tienen este don. En este caso san José. Y él oye lo que Dios le dice y es dócil. Y de este modo empieza esta gran aventura. Él se convertirá en el Padre de Dios, de Jesucristo, y así lo van a considerar.

Y así como tú Señor, buscaste elegir a la Virgen Santísima, con unas cualidades, incluso le diste algunos dones especiales, como esa Inmaculada Concepción. Así también san José no era cualquier persona. También Dios debió haberlo elegido. El hecho que san José se haya casado con María, pues también nos dice que era una buena persona.

PATRIS CORDE

Y en efecto, en este documento que el Papa Francisco nos ha escrito para este año, la carta apostólica “Patris Corde”, donde el Papa la divide con unos subtítulos. Y nos servirán para hacer esto 10 minutos con Jesús en esta fiesta de san José.

Los capítulos son:

Pues en cada uno de esos capítulos se repite ese título de “Padre”. Él cumple ese deber de educar, sobre todo de amar a Jesucristo. ¿Cómo te amaría José a Ti Señor? Como un verdadero Padre. Y el Señor desde niño le obedecía.

Nos lo dice san Lucas, que después de que lo encuentran, cuando se había perdido el joven Jesús en Jerusalén, y se había quedado con los maestros de la ley, Jesús les obedece. Vuelve con ellos a Jerusalén y se va con ellos.

Y así vivió esa vida oculta. Porque san José es verdaderamente padre, y él, que vivió tan cerca del Señor, nos va a enseñar esas virtudes, ese saber amar.

Porque es una de las cosas que resaltan en san José.

Y al ver todas esas imágenes de san José, como la que les comentaba, nos llevan a la ternura, porque los padres son los que saben amar. Y al fin de cuentas es él quien se “sacó la lotería”, porque se ganó ese amor de Dios.

UN PADRE GRANDE

Qué agradecido estaría Jesús por contar con ese padre tan grande: con amor, con ternura, y que estuvo dispuesto a obedecer en todo.

Es justamente ese Padre en la obediencia, en la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José que Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre.

Esta es la idea que nos dice el Papa Francisco, justamente nos hace ver cómo san José, en ese plan de Dios, siempre está atento a esas indicaciones que le da por sueños. Y está dispuesto a cambiar sus planes.

Y Dios le dice: “Ahora vas a ser el Padre del Hijo de Dios. Vas a continuar con tu vida. Pero ahora que ha nacido, tienes que irte a Egipto. Y ahora tienes que volver a tu tierra, y de aquí y allá”. Y todo esto es consecuencia justamente de ese querer hacer la voluntad de Dios. Por eso recurramos especialmente en este día a san José, para que nos enseñe a amar la voluntad de Dios.

HACIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS

Como leíamos antes en este pasaje de “Patris Corde”, en la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de san José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre. Porque tenía ese ejemplo, porque san José lo había hecho, y lo había hecho desde el inicio. Y seguramente le costó, pero así lo hizo.

Y grandes cosas vinieron: la historia de la salvación también dependía o estaba bajo la responsabilidad de san José.

Pues acudamos a él y decirle: Señor, hay cosas que me cuestan: hacer oración, me cuesta aceptar esta contrariedad, aceptar esta enfermedad, o aceptar a esta persona como es. Y, ¿qué puedo hacer?

Pues san José nos dirá inmediatamente que dejemos de lado de nuestros egoísmos, que dejemos de lado esas justificaciones.

San José no pensó en sí mismo. Si no hubiera dicho: – ¿Y yo por qué debo hacerme cargo de un hijo que no es mío? O, ¿y yo por qué tengo que hacer ese viaje tan largo? Y no, es que no puedo, porque yo quisiera hacer esto otro…

PERO ÉL NO SE JUSTIFICA…

Él está dispuesto a hacer la voluntad de Dios. ¿Por qué? Porque amaba mucho. Amaba mucho a la Virgen. Y luego, ya nacido Jesús, le amó con todo su corazón.

Entonces recurre. Recurrimos a Él, a san José, en este día, para que nos ayude, nos enseñe a amar a Dios con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas. A que dejemos de lado justificaciones, que dejemos de lado nuestro egoísmo y pensemos en Dios. Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

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