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LIMOSNA

Mateo

Jesús dijo a sus discípulos: -Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos, de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. 

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”

(Mt 6, 1-6. 16-18). 

DIOS NOS COMPENSARÁ

Jesús, me parece claro, quieres que demos limosna. Pero una limosna que sea como consecuencia de la caridad. De ese quererte a Ti y querer a los demás y ver cómo ayudarles, como te ayudaríamos a Ti, si te tuviéramos delante.

Me sorprende que la caridad la gente la suele entender como las obras de caridad, así en general, o las hermanitas de la caridad… que no deja de ser algo cristiano. 

Pero sabemos perfectamente, que la caridad es mucho más que eso… Y que sin la ayuda divina no seríamos capaces ni de eso. 

Lo decía, de una manera muy suya, la Madre Teresa de Calcuta:

“Sin Dios seríamos demasiado pobres para poder ayudar a los pobres”

(Agosto con Él, 19).

NOS ENSANCHA EL CORAZÓN

¡Qué razón tiene! Se trata de darte a Ti Jesús, y eso, cuando podamos, será limosna. Pero no algo frío, desapegado, sin corazón, Tú ya nos has ensanchado el corazón… 

Es lo que se había profetizado:

“Derramaré en su interior un espíritu nuevo. Arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Serán mi pueblo y Yo seré su Dios”

(Ez 11,19-20).

Eso es lo que me hace capaz de tantas cosas. Que Tú Jesús, junto con el Espíritu Santo -a quién le celebramos hace pocas semanas-, nos has ensanchado los corazones, nos los has cambiado.

Es cierto que no se trata de llamar la atención cuando ayudamos a los demás, ni de hacer cosas raras, pero hacemos algo más que la pura limosna.

MIRAR AL DE ABAJO

Me encontré en un libro, un relato que pienso te puede servir. Contaba este hombre la siguiente anécdota:

“Hace unos años, caminando con un amigo mío por el centro de Pittsburgh, nos cruzamos con un indigente que estaba sentado delante de un escaparate abandonado. Los dos le dimos unos cuantos dólares, pero mi amigo se quedó mirándolo.

—Tenga –le dijo–. ¿Cómo se llama?

El hombre lo miró atónito, sin dar crédito a lo que estaba oyendo. Mi amigo volvió a preguntarle:

—¿Cómo se llama usted?

—Jack. 

Mi amigo le tendió la mano. —Encantado, Jack, yo me llamo Michael. ¿Suele estar usted aquí?

—Esto… sí, todos los días.

—¿Le gusta el café?

—Sí, claro.

—¿Cómo le gusta?

—¡Con mucha azúcar!

—Muy bien, Jack, verá, la próxima vez que pase por aquí, le traeré un café con dos de azúcar, ¿le parece?

—¡Estupendo! ¿Con leche?

—Eso está hecho con leche y dos de azúcar. ¡CuIdese, nos vemos!

—Dios le bendiga.

—¡Gracias, Jack! Dios le bendiga a usted también.

SER AMABLE DE CORAZÓN

Puede que la conversación no durara más de treinta segundos, pero qué gran ejemplo me dio aquel amigo mío. En lugar de limitarse a soltar a aquel indigente unos cuantos dólares, sin dejar de hablar conmigo sobre algún tema más interesante, le dedicó un momento a aquella persona sentada a sus pies, le preguntó su nombre y se interesó por él.

Ser amables nos ayuda a redescubrir dónde reside nuestra auténtica dignidad: En el recuerdo del amor que Dios nos tiene para transmitírselo a otros

(Tomado de Dioses rotos).

Me encanta este relato, y es que, allí está: la raíz de la caridad, incluida la limosna, es esa. No es sentirnos bien con nosotros mismos, ni filantropía, ni nada parecido. Es caridad pura y dura: Es transmitir el amor de Dios a los demás.

SABER DAR A JESÚS

A veces no tenemos dinero para dar. Pero así se han encontrado ya los primeros cristianos. No sé si te acuerdas de aquel cojo que pedía limosna en la puerta hermosa y cómo terminó encontrando más que la pura limosna.

“Pedro fijó en él su mirada, junto con Juan, y le dijo: – Míranos. Él les observaba, esperando recibir algo de ellos. Entonces Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, eso te doy: ¡En el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda!”.

¡Qué dicha la de este hombre! ¡Pues eso es lo que tenemos también nosotros! 

“¡Jesús, que sepa darte a los demás! Que sepa vivir la caridad y que se manifieste en obras, también en saber dar limosna -si es que puedo-, y especialmente en tiempos como estos, en que la cosa no es fácil para muchos, pero Dios nos ha ensanchado el corazón.

Durante estos días se ha visto de todo… ¡ha sacado lo mejor de muchas personas!

UNA CONVERSACIÓN 

Contaba un motorista de una farmacia, de estos que van a dejar las medicinas a domicilio, y te lo quería compartir.

“Entré al banco a hacer un depósito, debido al distanciamiento, la cola parecía larga, pero éramos unas diez personas, no más. Eran de esos primeros días después de estar en cuarentena total.

De repente, la conversación entre un señor frente al escritorio de una ejecutiva empezó a llamar la atención de todos. La voz del hombre era cada vez más alta, y con un dejo de angustia, le hablaba mirándola a ojos y le decía:

-Señorita, dígame, ¡dígame por amor a Dios! ¿Qué más puedo hacer? ¿Qué necesito? Lo que sea, ¡pero que sea pronto!

Mi hijo se cayó ayer del caballo y tiene fracturada la clavícula. Necesita una operación, que no se la pueden hacer en el Centro de Salud Pública, así que le hemos traído a la capital a un Sanatorio Privado, donde sí le pueden operar. 

Me van a cobrar dieciocho mil quetzales ¡y ya casi lo tengo todo! He logrado juntar quince mil, pero me hacen falta tres mil más, ¡que ya no tengo de donde sacar! Necesito un préstamo, o lo que sea, para poderlo internar hoy mismo.

EL CORAZÓN ACTÚA 

Hablaba con voz entrecortada y haciendo un esfuerzo por disimular. La persona delante mío, era un hombre, ya un poco mayor, que no parecía que le sobrara el dinero.

Sin decir nada, abandonó la fila y se acercó a aquel escritorio diciendo: – Señor, no se preocupe, yo le voy a dar el dinero que le hace falta para la operación de su hijo. 

En ese momento, el hombre no pudo más, se dejó caer de rodillas al suelo, agradeciéndole a él y al Cielo, y se echó a llorar.

Todos en el banco seguíamos pegados a la escena. Y la señora a la que le tocaba ya el turno para pasar a la ventanilla, les habla y les dice: -Vengan por favor, pasen antes que todos, no esperen más.

Soy motorista de una farmacia y para mi no hay toque de queda. He visto en este tiempo mucha inseguridad, mucho miedo y pobreza, pero también he sido testigo de momentos maravillosos como este, que nunca creí presenciar”.

SANTOS DE LA PUERTA DE AL LADO

“Gracias Jesús por estos ejemplos cotidianos, por los santos de la puerta de al lado que dan auténtica limosna. Muévenos a todos a la caridad, a ser generosos, a darnos a los demás, a ayudar con lo que podamos, también con la limosna. Te lo pedimos a través de tu Madre”. 

Nos acercamos a Ella con la mano extendida pidiéndole y Ella no nos da calderilla, no nos da las sobras, porque te tiene a Ti entre sus brazos y los extiende para darte a Ti, que eres su tesoro, a nosotros, que somos pobres hombres.

 

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