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P. Federico

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ESTO ES PERSONAL

La parábola de las vírgenes prudentes y necias nos ayuda a ver que para nuestra salvación hay algo de grupal y algo de individual. Nadie hará por mi lo que yo no haga. Es más, no se trata simplemente de hacer cosas sino de querer hacerlas. Y la haremos personalmente; con la ayuda de otros, pero aplicado personalísimamente.

CAMINO AL CIELO

Hola Jesús, aquí estamos una vez más para que nos hables del Cielo o del camino al cielo y te escucho:

“El Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron.”

(Mt 25,1-5)

Es cierto aquello de que al Cielo no nos vamos a ir solos.

En alguna gira de conciertos de la conocida banda U2 oí contar que entre todas las entradas que se vendían para cada concierto había unas “premiadas”. Uno no lo sabía, hasta llegar al lugar del concierto, porque escaneaban tu entrada y resultaba que las premiadas te daban ingreso al sector más cercano a la tarima donde estaba la banda tocando durante el concierto. ¡Una gran suerte! Los que te acompañaban, ni modo: se iban al lugar que correspondía a sus entradas…

Esto no existe, exactamente así, en lo que se refiere a nuestra salvación. Algo de cierto tiene aquel dicho de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Porque el ambiente en el que me muevo, las amistades que tengo, la gente que me rodea influye en mi camino al Cielo o en mi descamino…

“A medianoche se oyó una voz: «¡Ya está aquí el esposo! ¡Salgan a su encuentro!» Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las necias les dijeron a las prudentes: «Dennos aceite del suyo porque nuestras lámparas se apagan». Pero las prudentes les respondieron: «Mejor es que vayan a quienes lo venden y compren, no sea que no alcance para ustedes y nosotras».

(Mt 25, 5-9)

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

ESTO ES PERSONAL

Y es que también es cierto que cada uno alcanza su salvación personalmente… Hay algo de grupal y algo de individual… Pero al final, cada uno es cada uno y así como nadie puede comer por mí, nadie puede ganar el Cielo por mi…

Dice san Pablo:

“¿No saben que los que corren en el estadio, todos, sin duda, corren, pero uno solo recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcancen”

(1 Cor 9, 24).

Nos apoyamos mutuamente, pero el esfuerzo es siempre personal. Nadie va a hacer por ti lo que tú no hagas. La voluntad es algo que se mueve personalmente. En todo caso, tengo la responsabilidad de cara a los que me rodean: pues ellos se apoyan en mi lucha, a través de la comunión de los santos; que es esa ayuda que a través de la gracia divina nos podemos dar unos a otros.

Yo tengo que ser apoyo y no “vivir de las rentas”. No puedo ser como una garrapata que solo chupa de la vida espiritual de los demás (o de la Iglesia), pero no aporta nada. No existe un free-ryder en las cosas del alma: el típico que no hace nada en aquel trabajo en grupo (de la Universidad o del colegio) pero su nombre figura en el trabajo final a la hora de la entrega. ¡De eso: nada!

El que se esfuerza tengo que ser yo. Y porque YO QUIERO ¡Qué importante es el “yo quiero”! Y qué importante, también, es distinguirlo del “a mí me gusta” … Porque el yo quiero es algo más profundo, algo de la voluntad, una convicción y no un simple capricho, un sentimiento o gusto pasajero. Es la fuerza que me mueve desde dentro.

DIOS RESPETA NUESTRA LIBERTAD

ESTO ES PERSONAL

En una carrera, por ejemplo, se puede apoyar a un corredor de distintas maneras: correr un tramo de la carrera con él, ofrecerle algo para tomar o comer, animarlo desde el público, pero el que corre es él.

“las prudentes les respondieron: «Mejor es que vayan a quienes lo venden y compren, no sea que no alcance para ustedes y nosotras».

(Mt 25, 9).

Cada uno, también, tiene que hacer algo. Tal vez alguno podría preguntar: ¿no es este un planteamiento muy egoísta o individualista? Pues no. Es simplemente la forma como Dios te respeta.

“Y gracias, Señor, por respetarnos, por respetar nuestra libertad, porque nos pides que las cosas las hagamos personalmente. Si no, no nos vas a obligar. Nos presentas los mismos medios que a todos, pero nos pides una respuesta personal.”

Y te la puede pedir porque esos mismos medios generales están diseñados de tal forma que tienen una aplicación personalísima.

San Josemaría, en una ocasión, lo explicaba de la siguiente manera:

con una sola tela, la misma para todos, se confeccionan trajes de diverso tamaño, de diferente corte, según el gusto y las necesidades de cada uno de los que hay que vestir. Con una sola medicina se llevan a cabo distintas curas, según las circunstancias de cada enfermo

(Mientras nos hablaba en el camino).

El trato con Dios es algo personal; y se debe de “sentir” personal. Cuando cometo un pecado lo cometo YO, y ofendo a DIOS. Cuando hago oración hablo YO, y hablo, de lo mío, con DIOS. El que se la “juega” con Dios, el que se “quema” en cuestiones espirituales, es cada uno de nosotros.

LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL

“Dios, Tú Señor, te sirves de los medios espirituales para formar nuestra alma de una manera personalísima. No te interesa una producción en serie.” Por eso, también conviene buscar ayuda personal: la dirección espiritual, la confesión, las indicaciones o correcciones que alguien te pueda hacer porque te quiere y se preocupa por ti.

Si yo dejo, por ejemplo, que en la dirección espiritual realmente conozcan mi alma entonces la receta empieza a ser personal. No es personal, en el sentido que “yo me lo cocino y yo me lo como”, en el sentido que soy autónomo 100% y nadie me puede guiar. Eso no vale en la vida espiritual.

De hecho, advertía San Josemaría:

Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro

(Camino 59).

Podríamos decir: cada uno tiene su lámpara y para todos hay aceite. Yo decido si soy prudente o necio… O sea, si acumulo el aceite que Dios me ofrece y si además lo hago propio y lo pongo en mí lámpara.

Aun así, las cosas que me dicen no las hago solo porque me las dicen, sino porque me doy cuenta de que me sirven y las quiero hacer mías: YO QUIERO. ¡Qué importante es este paso también! Hacerlas mías.

REINA SOFÍA DE ESPAÑA

Se me venía a la cabeza lo que se cuenta en una biografía de la Reina Sofía de España, que viene a ejemplificar un poco todo esto.

En otoño de 1951, cuando tenía trece años, Sofía fue enviada por sus padres a un colegio de Salem, junto al lago de Constanza, en el estado alemán de Baden-Wurtenberg. El colegio era exigente en lo que a disciplina se refiere.

En Salem educaban en el sentido del honor, del deber y de la responsabilidad personal. Allí enseñaban -según narra la Reina- a ir anotando en una libreta lo positivo y lo negativo. Esto se hacía al llegar la noche: Las anotaciones debían ser veraces. Tú te examinabas. Tú eras tu juez. No podías mentirte a ti misma. Y ése era el código de honor. Una vez a la semana mostrábamos esos exámenes personales. Si tenías, por ejemplo, dos faltas de orden en la habitación, al llegar el sábado, te restaban del tiempo libre tres cuartos de hora, y te estabas en un aula sin hablar, o en la cocina pelando patatas, o caminabas cinco kilómetros en silencio. A mí me tocó hacer estas cosas muchas veces. Sí, era un castigo, pero te lo habías impuesto tú, y eso le daba otro valor y otra calidad moral (Cfr. Pilar Urbano, La Reina).

O sea, la cuestión es personal. No lo hago porque me lo digan, lo hago porque quiero. Y nadie hará por mí, ni corregirá por mí, lo que yo no esté dispuesto a hacer o corregir.

Madre mía, Santa María Virgen, ayúdame a corresponder, con todas las veras de mi alma, al aceite purísimo que tu Hijo me ofrece para encender la lámpara de mi vida, de manera que ilumine con la luminaria de la fe y del amor todos los caminos de la tierra.


Citas Utilizadas

1Cor 1, 17-25

Sal32

Mt 25, 1-13

Camino, 59

Pilar Urbano, La Reina

Reflexiones

Señor ayúdanos a fortalecer nuestra voluntad para querer hacer cosas que nos lleven al cielo.

Predicado por:

P. Federico

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