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DEJAR DE SER ARROGANTE

siembra

“Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo? Jesús respondió: yo también quiero hacerles otra pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.”

(Mc 11, 27-29).

Continúa el evangelio y Jesús no les responde.

Pero me parece súper arrogante la actitud de los escribas, los sacerdotes y los ancianos, que se acercan a Jesús que había hecho tantos milagros, que era evidente que tenía sus obras, que le estaban apoyando en todo lo que hacía y le dicen: “cuál es el que te ha dado autoridad; con qué autoridad…”

Es como una cuestión de orgullo de nosotros, porque nosotros somos los que tenemos que dar la aprobación para que tú hagas estas cosas aquí.

San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia, que vivió en el 540 hasta 604 hablaba de la trampa del orgullo también para los cristianos:

“Yo te voy a explicar, escúchame; déjame contarte algo que vi.”

(Jb 15, 17).

«Lo propio del arrogante es nunca tener el sentimiento de la honestidad, aunque sea leve, sin someterlo al servicio del orgullo. Eleva su propia inteligencia sobre él mismo solo para caer en la trampa del orgullo, lleno de vanidad. Se cree más sabio que los sabios, reivindica el respeto hacia él como el que más vale. Pretende enseñar con aire de autoridad.”

Por eso estas palabras: Yo te voy a explicar, escúchame; déjame contarte algo que vi que sale en Job…

Con estas palabras Job afirma: el malvado se atormenta todos los días de su vida, muy pocos años están reservados al hombre cruel. Dicho de otra forma, ¿por qué enorgullecerse de una certeza, cuando la pena de la incerteza es lo propio de la condición humana?

NECESARIO SALVAR LA INTENCIÓN

Y aquí, esto, pega tan central en muchas de las actitudes que tenemos. Porque, a veces, nos da muchas ganas de juzgar a la gente. De decir fulano es bueno o fulano es malo, ha hecho esto bien o ha hecho esto mal… y no tenemos la certeza.

La incerteza -dice Gregorio Magno- es lo propio de la condición humana y eso, a veces, trae pena; trae, a veces, dolor; trae incomprensión, pero no podemos estar con una certeza de todas las cosas de los demás.

Por eso, siempre, los santos han recomendado salvar la intención. Cuando ves que un acto es malo, piensa que el acto es malo, pero no que la persona que lo hace que sea mala de por sí, porque si no aprendemos a juzgar con nuestro orgullo y es una cosa que nos resta esa claridad y caridad, sobre todo.

Por eso, cuando uno permite estos pensamientos en la cabeza, se van complicando cada vez más y nos auto justificamos actuar mal, con agresividad, actuar de tal forma para corresponder a ese ataque, esa falta de consideración o lo que sea.

Cuántas peleas, encontronazos, tonterías que, a veces, nos pasan en familia es justamente por no querer ceder. Y si te das cuenta que la otra persona es más violenta o más tosca o tal, no entres al ajo, evita la confrontación. Tal vez deja que tu orgullo, aunque esté un poco herido, no salga a defender todas las cosas.

Porque eso, lo único que hace es encender más el ambiente y cuando nuestro Señor Jesucristo nos invita a poner la otra mejilla, yo creo que parte es esto también.

JESÚS EVITA CONFRONTACIONES

Cuando pasa la problemática, uno se queda más tranquilo. Aunque, a veces, sí, de acuerdo, vienen las ganas de: -Debí haberle dicho esto… o la próxima le voy a decir tal cosa, para vencer en esa batalla…

Fíjate la forma en la que Jesucristo sale del asunto: no les achaca, no les dice a los fariseos: No ustedes son los que deberían ver; no ustedes… No, no ataca. Simplemente les pregunta:

¿Ustedes me pueden decir si el bautismo de Juan era del cielo o de los hombres?

(Mc 11, 32)

Con eso cambia el asunto. Entonces yo no les voy a decir tampoco de dónde viene mi autoridad y con eso evita una confrontación directa…

Señor, enséñanos a evitar las confrontaciones, especialmente, cuando son completamente gratuitas. A veces, hay unos líos tan fuertes, que empiezan por unas nimiedades tan ridículas, que vale la pena pensar: “Oye esto no es luchar por la verdad, esto era mi orgullo…”. Y el orgullo hace mucho mal.

“No permitas, Señor, que yo busque la gloria efímera, la honra humana. No permitas Espíritu Santo que mi orgullo y mi vanidad llene mi corazón de mí mismo y no de Dios. Ayúdame, Espíritu Divino, a aprender de Jesús, que es manso y humilde de corazón. Hazme ver, Espíritu de Bondad, lo negativo de la vanagloria que impide que Dios reine en mi corazón y que solo busca la estima de los hombres, el quedar por encima.”

“No permitas, Espíritu Santo, que caiga en la tentación de la vanagloria. Que busque siempre la honra efímera, que busque más bien las cosas que te dan alegría.

APRENDER A NO JUZGAR COMO JESÚS

Espíritu Santo cámbiame el corazón, quítame esta forma de ver, a veces, con agresividad a los demás. No estar completamente seguro de cómo son las personas por dentro, no juzgarles. No poner ya nuestros puntos tan claros que les ponemos unas etiquetas, que les sacamos de nuestro ámbito o les condenamos al rol de los malos.” Tener en cuenta esto.

Es cierto que hay personas que tienen mucha complejidad, que pueden tener, inclusive, algún trastorno mental o que simplemente han recibido una formación que les hace de naturaleza agresivos. No nos podemos comportar de la misma forma.

Pero, ojo, que hay que tener también una valoración adecuada, sin juzgar, sin poner etiquetas, sin sacar a la gente de nuestros entornos. Por supuesto, que cuando ves una cuestión de agresividad constante, habrá que poner un poco de espacio o de distancia completamente. Eso, no es falta de espíritu cristiano.

Lo que tiene falta de espíritu cristiano es que más bien nos entremos a la guerra o que intentemos que las cosas salgan exactamente como nosotros.

¿Cuántos matrimonios tienen, a veces, también, distintas formas de ver las cosas? Es importante que aprendamos a ver que, muchos de los defectos que vemos en el cónyuge, por un lado, puede ser negativo; por otro lado, también puede ser positivo.

Por ejemplo, en esta fuerza de carácter, si uno puede ver la parte negativa de que, a veces, es agresivo o agresiva o a veces dice cosas muy duras…

Pero, por el otro lado, en ese mismo defecto tiene un punto positivo que es: sabe defender las cosas o sabe decir las cosas con claridad, para salir de los problemas o tiene la decisión o la fortaleza para hacer las cosas y tomar las decisiones pronto; y eso también ha traído grandes beneficios a la familia…

VER LO POSITIVO

Hay que ver que todos los defectos también tienen algo positivo y eso positivo, es de lo que nos tenemos que agarrar. Ese mismo defecto o cuadro tiene luces y sombras: las luces son lo que disfrutamos y las sombras es lo que nos cuesta.

Pero cuando valoramos las cosas de esta manera, cuando no hacemos ni ponemos de etiquetas, solo es malo o esto es terrible… Entonces hacemos que las cosas funcionen mejor.

Decía el Papa Francisco: Ahí donde está nuestra felicidad, nuestra bienaventuranza, esa realidad nos lleva por caminos de santidad, de aprender a aceptar a los demás.

Al contrario, la oscuridad: odiar, odiarnos a causa de nuestros límites de los demás, a tratar de ocultarnos, a buscar con desesperación ser alguien que todavía no somos.

Ser pobres nos libera del orgullo del exigirnos ser autosuficientes y nos da derecho a pedir ayuda, a pedir perdón. Tan difícil pedir perdón… y nos abre el camino del Reino de los Cielos. Humildad.

En la oración encontraremos definitivamente este camino. Escuchar estos audios te pueden ayudar a pensar si en tu vida hay orgullo. Si, a veces, no perdonas porque tienes un orgullo demasiado herido o grande. Si es que en tu vida hay que cambiar o quitar algo.

Bueno, pídele, como hemos dicho durante estos minutos al Espíritu Santo que te ayude a quitarlo. Que te ayude a quitar esa venda de tus ojos para ver las cosas con los ojos de Jesús.

Señora, a ti acudimos hoy al terminar este rato de oración para pedirte que nos ayudes a ser más marianos. Porque si aprendemos a ver con tus ojos, Señora, aprendemos a ver siempre las cosas buenas de los demás.

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