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¿CUÁNDO VERÉ A DIOS?

EL EXTRANJERO AGRADECIDO
ESTAR EN VELA CON LA CONFESIÓN

Un amigo sacerdote me contó una vez que, al poco tiempo de haberse ordenado, fue asignado a una parroquia en Italia y se había dado cuenta que las veces -los días-, en los que había misa de difunto de cuerpo presente, era el día en que más personas pasaban por el confesionario.

Solía estar por las mañanas; había días que pasaba una, dos, tres personas, otros días más gente. Sin embargo, el día en el que había misa de difunto, era el día en el que no tenía tiempo casi de rezar el Breviario o rezar el Rosario, porque era constante, al menos durante ese momento de la misa. 

Y pensaba él que justamente lo que movía a mucha gente a confesarse, gracias a Dios, era lo que estaba sucediendo: que un familiar, un amigo, había fallecido y que justamente les hacía encontrarse con esa realidad de la muerte y de la vida futura. Y por lo tanto se dan cuenta de que necesitaban ellos también estar preparados.

PREPARARNOS PARA EL JUICIO FINAL

Y es de lo que nos habla el Evangelio de la Misa de hoy. Dice san Mateo:

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: – Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”

(Mt 24, 42-44).

De esta manera Tú, Jesús, nos aconsejas estar atentos para ese día en el que nos toque comparecer ante ese tribunal de Dios cuando Dios nos llame, así como también ese día del Juicio Final. Y para eso que estemos preparados. 

Previamente, los discípulos o la gente que escucha al Señor le preguntan: – ¿Cuándo va a ser el día del juicio? ¿Cuándo vendrás a juzgarnos? Y, si lo pensamos bien, el Señor no lo quiere decir.

SOLO DIOS SABE EL DIA Y LA HORA

Es justamente como que ignorar el día y la hora significa que Él no lo va a dar a conocer, es decir, no lo quiere revelar el Señor. Sino que más bien nos advierte, nos dice que debemos estar atentos.

El Señor sabía -sabe- el día y la hora. Es Él el que vendrá a juzgar a vivos y muertos. Sin embargo, “¿Por qué Señor, no nos dices el día y la hora?”

La humanidad constantemente se pregunta esto. A veces se refugia en, en profecías, en pseudo-profetas; se pensaba que en el año 2000 era el fin del mundo, luego en el calendario maya el 2012, y mil y una teorías.

Sin embargo, algo que nos queda muy claro al leer la Sagrada Escritura, es que el Señor no lo dice: no nos dice tal día y tal hora. No lo sabemos. ¿Por qué? “Tal vez te abstienes, Señor, de revelarnos el día del juicio, para que justamente estemos vigilantes”.

EL SIERVO FIEL Y EL SIERVO MALO

Y esto se refuerza con la “Parábola del siervo fiel” que viene a continuación, que el Señor les presenta a sus discípulos, y les dice:

“¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el amo puso al frente de la servidumbre para darles el alimento a la hora de vida? Dichoso aquel siervo a quien su amo, cuando vuelva, encuentre obrando así. En verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda”

(Mt 24, 45-47).

En cambio, hace una comparación, hace un contraste entre ese siervo fiel, ese siervo prudente, y aquel siervo que es malo, y que más bien dice:

“Mi amo tarda. Y comienza a golpear a sus compañeros, a comer, a beber con los borrachos. [Entonces nos dice que] llegará su amo el día menos pensado, a una hora imprevista, y lo castigará duramente y le dará el pago de los hipócritas”

(Mt 24, 48-51).

HAY QUE ESTAR VIGILANTES

“Un contraste que nos lleva a pensar, a darnos cuenta de que Tú, Señor, quieres que estemos vigilantes. Y más bien deberíamos agradecerte por no habernos dicho el día y la hora”.

A veces, cuando tenemos un plazo para entregar algún trabajo, tal vez para para cumplir con una meta, puede presentar presentarse la tentación de esperar hasta el último momento. No todos, porque también uno puede tomar sus previsiones y hacerlo ya desde el primer día.

Pero a veces podemos dejar las cosas para después, procrastinar; y estamos corriendo hasta los últimos segundos.

Es algo que le digo a veces a algunos de mis alumnos, a quienes les enseño algunos cursos de Teología. Cuando les dejo algún trabajo les digo: -No esperen hasta el último día, la última hora, el último minuto, porque como tienen que hacerlo de manera virtual, o sea, a través de un sistema, a través de un programa, a veces puede suceder que se cuelgue la computadora, que no funcione bien el internet, que haya un apagón, lo que sea.

Así que mejor háganlo con tiempo. Yo sí espero siempre, al menos en mi experiencia, hay unas personas que te dicen: – Profesor, no pude porque a las doce de la noche lo estaba subiendo y ya se cerró el plazo o mi internet falló.

SIN MIEDO A VIVIR NI A MORIR

“Por eso te agradecemos, Señor, por no habérnoslo dicho, para así estar preparados todos los días. Es lo que tú quieres, porque también es lo que hacen las personas que se aman. No lo hacemos únicamente por cumplir un formalismo, sino por amor. Por amor quieres que trabajemos, que tratemos a la gente con cariño, con atención. Y no como ese siervo malo que empieza a pegar a los demás, justamente faltar a la caridad. Ayúdanos, Señor, a estar preparados para ese día, sin miedo”.

San Josemaría aconsejaba ser personas que no tengan miedo a vivir y tampoco miedo a morir.

Y por eso san Juan nos aconseja, nos da una receta, un consejo, una clave; y es el examen de conciencia. Dice:

“Tienes un tribunal a tu disposición (…). Haz sentar a tu conciencia como juez y que tu razón presente allí todas sus culpas. Examina los pecados de tu alma y exígele que rinda cuentas con exactitud” (S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum 42, 2-4).

AGRADECER TODO LO QUE TENEMOS

Justamente como hace aquel amo que al llegar le exige al administrador, a ese siervo, que le rinda cuentas ¿Qué has hecho con lo que yo te he dado, que he puesto bajo tu cuidado?

Pues pensemos todo lo que Dios nos ha dado. Que tenemos vida, salud, que podemos trabajar… Tantas cosas que el Señor te ha regalado, que a lo mejor son pocas -dirás-, pero son algo.

Todos los días al levantarnos debemos darle gracias al Señor por un día más de vida; debemos darle gracias a Dios por la fe tan hermosa que tenemos… Y también por esas dificultades, esas contrariedades, a veces el mismo dolor que el Señor permite en nuestras vidas, y que son un camino para asociarnos más a Él, unirnos más a Él, que nos ha salvado en el dolor.

EL EXAMEN DE CONCIENCIA

Por eso san Juan Crisóstomo nos aconseja esto. Es como, diríamos, una preparación para ese tribunal de Dios, que no es como un tribunal humano. En primer lugar, seremos examinados en el amor. Y así cada día podemos ver, revisar como esos libros de cuentas de esa administración.

“Y ayúdanos Señor también a no mirar los pecados de los demás. Si no, en primer lugar, mirar nuestros pecados, nuestras faltas, nuestras culpas, para que justamente nos demos cuenta de lo que debemos cambiar. Y así, con tu gracia, con esa fuerza que nos viene de Dios, podremos salir adelante, podremos crecer”.

Seamos, pues, muy constantes en ese examen de conciencia al final del día por la noche, confiando en que ese Jesús ante quien nos examinamos cada día, ese Jesús por quien hacemos todas las cosas al levantarnos, al estudiar, a trabajar, es el mismo con el que nos encontraremos el día de nuestra muerte y el día del Juicio Final.

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