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Comunicadora e ilustradora. Amante del arte y la literatura. Instagram: @artifex.notes

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De la mano de la Virgen María II: 3 momentos de la vida de la Virgen María que nos enseñan el significado de la fortaleza

La virtud cardinal de la fortaleza no es exclusiva para momentos drásticos. El día a día también nos la exige… y la Virgen María nos muestra cómo vivirla.

María no temió los peligros, disgustos ni sufrimientos. Los miedos espontáneos y naturales los supo superar al mirar a Dios, al sumergirse en los ojos de su Hijo. Siendo también Madre nuestra, nos educa para que seamos capaces de compartir su fortaleza.

San Juan Pablo II, en una audiencia de 1978 habló de la virtud de la fortaleza. Aseguró que no es exclusiva de quienes se encuentran en los campos de batalla, sino que los hombres valientes también se encuentran «en las salas de los hospitales o en el lecho del dolor».

«La virtud de la fortaleza requiere siempre una cierta superación de la debilidad humana y, sobre todo, del miedo. Porque el hombre teme por naturaleza espontáneamente el peligro, los disgustos y sufrimientos», explicó.

¿Por qué es importante hablar de esta virtud hoy día? Precisamente como señaló Juan Pablo II, es una virtud cardinal, siempre actual, que se necesita vivir en todos los rincones y en todas las épocas de nuestra vida. ¡Aunque no sea fácil!

La Santísima Virgen, por supuesto, hizo vida todas las virtudes. Así, se hizo maestra que puede darnos ejemplo de cómo vivirlas. Ella nos da los consejos necesarios para que podamos practicar la fortaleza.

Te comparto tres escenas de la vida de nuestra Madre que pueden darnos luces de cómo ejercitarnos en la fortaleza, en circunstancias que se nos presentan con frecuencia.

Anunciación

 

1. La Anunciación: cómo decir «sí» a lo que «nos queda grande»

No pensemos en situaciones extraordinarias. La vida ordinaria también está salpicada de momentos en los que nos ponemos de frente ante invitaciones divinas de las cuales podríamos pensar «esto me queda grande».

Por ejemplo, en el momento de discernir y ver un camino vocacional. Al contraer matrimonio. Con la llegada de los hijos y durante la educación de estos (especialmente cuando alguno requiere cuidados especiales o se «pasa de travieso»). Cuando un diagnóstico llega inesperado y difícil…

La fortaleza nos invita, como lo hizo María, a decir fiat. «Sí, Señor, lo que Tú quieras», no porque confiemos en nuestras propias fuerzas – la fortaleza va más allá de «sentirnos» fuertes -, sino porque la confianza es absoluta en Dios.

Abandonarnos en Él porque nos reconocemos poco no es ser más débiles*. María se reconoció servidora*, mientras el Señor le invitaba a ser Madre de Dios.

Decir «solo no puedo» no es decir «no quiero». Es la humildad de reconocer nuestros límites, pero resistir al desaliento y convencernos de que podemos conquistar metas altas, porque esas metas las fijó Dios y Él no pondría la vara más alta de lo que podríamos saltar.

nacimiento

2.  Nacimiento de Jesús en Belén: cuando falta lo necesario (pero no lo importante)

Años y décadas después del Nacimiento de su Hijo, María le pidió que la acompañara a una fiesta. En ella, percibió que faltaba el vino. No era una «necesidad» prioritaria, ¡pero sí enriquecería la fiesta y aumentaría la alegría!

Así, Ella nos dio ejemplo de que no era una mujer «despistada» o indiferente… si pudo decir «estos amigos no tienen vino», de seguridad pudo haber pensado «este Hijo mío no tiene dónde nacer», «el Mesías no tiene un techo», «Dios no tiene amigos».

Un pequeño espacio donde dar a luz era, definitiva y categóricamente, mucho más necesario que servir bebidas espirituosas… con seguridad era un momento en el que la Virgen, antes de que Simeón lo anunciara, comenzaba a notar una espada atravesando su corazón.

Pero aunque faltaba lo necesario, no faltaba lo importante. Jesús estaba con María, estaba con José. Mirar a Jesús, sostiene. La fortaleza da paz en las adversidades; nos ayuda a no perder de vista lo importante, que es no perderle a Él de vista. Ella sabía que el suceso más milagroso tendría lugar… todo lo demás – aunque necesario – podía ser accesorio: lo que el Padre escribía en la historia era lo fundamental.

¿Cómo imitamos a María? Consistencia en nuestros ratos con Él: la oración, la delicadeza en las normas de piedad, alimentarnos de Él en la Eucaristía.
Con delicadeza, que no se note que algo nos falta. En el Evangelio no se registran las preocupaciones o miedos que pudieron haber pasado por la cabeza de María… Ella lo conversaría y entregaría a Dios en su corazón, con dulzura. Tal vez diciendo a José: «Tranquilo, no pasa nada».

cáliz

3.  Encuentro con Jesús camino al Calvario: fortaleza para sostener al otro

Así como Ella sonreiría a José… en el camino de la Cruz, con ojos rojos que no contenían las lágrimas, también miraría a su Hijo para decirle: «¡Ánimo!».

Se requiere mucha fuerza para sobrellevar el propio sufrimiento, pero es precisa una fortaleza aún mayor para sostener a los demás cuando pareciera que no podemos con nuestro propio dolor.

María nos da un ejemplo de que eso es posible con olvido de sí. Con caridad, cuando se abraza la Cruz. Cuando en silencio ofrecemos lo que nos duele, para que a los demás les duela un poco menos lo que les toca soportar.

«Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor. El alma de María queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo. (…) Pero nadie se da cuenta, nadie se fija; sólo Jesús» (San Josemaría, Via Crucis, IV Estación). Solo Dios ve lo que nos cuesta y cuánto nos cuesta, pero nos da la fuerza… para vivirlo y para que se note un poco menos.

Con María, con el Espíritu Santo

Nos encontramos a las puertas de Pentecostés. Por eso, resulta oportuno seguir el consejo que san Juan Pablo II compartió en la audiencia que te citaba al comienzo:

«Pidamos este don del Espíritu Santo que se llama “don de fortaleza”. Cuando al hombre le faltan fuerzas para “superarse” a sí mismo con miras a valores superiores como la verdad, la justicia, la vocación, la fidelidad conyugal, es necesario que este “don de lo alto” haga de cada uno de nosotros un hombre fuerte y que en el momento oportuno nos diga “en lo íntimo”: ¡Ánimo!».

 

Este recurso te ayudará a comprender más esta virtud

FORTALEZA


Escrito por

Mabe Andrada

Comunicadora e ilustradora. Amante del arte y la literatura. Instagram: @artifex.notes

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