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audiencia general, San Juan Pablo II 25 de abril de 2001

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_ Audiencia General, San Juan Pablo II 25 de abril de 2001 

El alma sedienta de Dios, reflexión del Salmo 62:  El salmo Místico

  1. El salmo 62, sobre el que reflexionaremos hoy, es el salmo del amor místico, que celebra la adhesión total a Dios, partiendo de un anhelo casi físico y llegando a su plenitud en un abrazo íntimo y perenne. La oración se hace deseo, sed y hambre, porque implica el alma y el cuerpo.
  2. Así pues, comenzamos nuestra meditación con el primer canto, el alma sedienta de Dios (cf. versículos 2-4). Es el alba, el sol está surgiendo en el cielo terso de la Tierra Santa y el orante comienza su jornada dirigiéndose al templo para buscar la luz de Dios.
  3. Con respecto a este tema, la oración del salmo 62 se entrelaza con el canto de otro estupendo salmo, el 41:  «Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo» (vv. 2-3).
  4. Después del canto de la sed, las palabras del salmista modulan el canto del hambre(cf. Sal 62, 6-9). Probablemente, con las imágenes del «gran banquete» y de la saciedad, el orante remite a uno de los sacrificios que se celebraban en el templo de Sion:  el llamado «de comunión», o sea, un banquete sagrado en el que los fieles comían la carne de las víctimas inmoladas
  5.  A través del alimento místico de la comunión con Dios «el alma se une a él», como dice el salmista. Una vez más, la palabra «alma» evoca a todo el ser humano. No por nada se habla de un abrazo, de una unión casi física:  Dios y el hombre están ya en plena comunión, y en los labios de la criatura no puede menos de brotar la alabanza gozosa y agradecida

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