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Beata Guadalupe Ortiz de Landázuri

actitud

En las mañanas trabajaba en el departamento de adquisiciones de la misma biblioteca, el poco tiempo libre del que disponía lo dedicaba a salir con amigas y con mi novio.

Digamos que mi vida estaba bien organizada y con buenas perspectivas de futuro, todo lo que hacía me gustaba y me ilusionaba progresar en mi profesión y formar una familia.

El libro que cambió todo

Pero el 13 de octubre, después de asistir a la boda de mi hermana en la Coruña, cayó en mis manos un librito “Camino”, según yo por casualidad porque al ser tan pequeño era el primero de varios que mi hermana me había dejado en herencia.

 

Sin poder dormir

Así que me fui a la cama con el libro hasta que me entrara el sueño. Pero mas bien me lo quitó, porque no puede soltarlo, leí los 999 puntos y pensé: si esto existe, es para mí, tengo que averiguar si existen personas que viven de acuerdo a lo que he entendido en estas páginas.

Contactando a Guadalupe

Al regresar a Madrid, fui a la iglesia del Cristo de Ayala, donde confesaba un tío mio: Ricardo Fernández Vallespín, para que me explicara algo más, y él llamó a la casa donde vivía la Beata Guadalupe Ortiz de Landázuri para ponernos en contacto.

La primera entrevista

Mi primera entrevista con la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri fue como si nos hubiéramos conocido de toda la vida, a pesar de la diferencia de edad, ella tendría unos 57 años y yo 26 recién cumplidos, nos entendimos perfecto.

Una mujer cercana

Su modo de ser afable y acogedor, su sencillez y alegría la hacía muy cercana, y derrumbó en pocos minutos mis planes de ser cautelosa y no meterme en profundidades sobre mi vida, decidí dilatar mis planes matrimoniales aunque en mi fuero interno me daba cuenta que era una decisión definitiva.

No recuerdo cuántas veces conversé con ella, pero sí cuanto me ayudó, y como quedaron grabadas en mi alma sus consejos.

Una mujer con humor

Recuerdo cómo se rió cuando le dije que me había leído Camino en una noche, me comentó: ¡así no sirve! ¡Hay que ir de a poco! …Y así lo hicimos, me iba comentando algunos puntos.

Una mujer sabia

Un día me explico cómo hacer un pequeño plan de vida, pero como mi día ya estaba llenos entre profesión y trabajo, no me cabía, sin embargo estaba decidida a seguir sus pasos en todo, así que en la siguiente cita le pedí consejo sobre que sería mejor dejar: el estudio o el trabajo, de nuevo se rió y con paciencia me explica que era: “además de” y no “en vez de”.

Una mujer alegre

Me impresionaba la alegría que trasmitía, no era sólo cosa de carácter, le salía de adentro, y crecía cuando me explicaba lo bonito que era tratar de “poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas”.

La vida con Dios

Era mirar mi vida con una nueva perspectiva, hacerlo todo por amor a Dios y para ayudar a los demás, pero permaneciendo en mi profesión y en mi vida normal.

Buscar la santidad

Dios me había ido a buscar en mis estudios y trabajos, que me encantaban y se convertían en una herramienta para llevar este mundo a los pies de Cristo. ¡Podía buscar la santidad en lo que más me gustaba!

Un ejemplo de mujer

Todas mis aprensiones sobre si era posible vivir de acuerdo a lo que había entendido en Camino, la Beata Guadalupe Ortiz de Landázuri las derrumbó en cuanto la conocí, ella era el reflejo, lo encarnaba, su amor de Dios le salía por los poros, yo quería ser como ella.

Admisión al Opus Dei

Nos vimos pocas veces más a lo largo de noviembre, el 6 de diciembre de ese año le escribía a san Josemaría pidiéndole la Admisión en el Opus Dei, con una alegría que no la da nada de esta tierra, realmente es cosa de Dios, y comencé a ir a otro centro más acorde con mi edad y mi situación profesional.

La enfermedad de Guadalupe

Solo después de su muerte, dos años después, supe que estaba tan enferma, siempre la vi muy bien arreglada, sonriente, con calma y tiempo para nuestras sabrosas entrevistas, además era la directora de la casa donde vivía y se mantenía vigente en su profesión de Ciencias Químicas.

Dios da fortaleza

Seguramente le costaba esfuerzo hacer la vida normal, su corazón estaba muy debilitado, pero se sobreponía con mucha elegancia. Pienso que su cercanía con Dios hacía que el alma tirase del cuerpo.

Las coincidencias de la vida

Compartíamos algunas coincidencias en nuestras vidas. Las dos éramos hijas de militares, habíamos vivido en Marruecos, que en esas épocas era bastante insólito y nuestras respectivas familias habían sufrido en carne propia, los horrores de la guerra civil, tanto su padre como uno de mis abuelos habían sido fusilados en 1936.

Las dos teníamos espíritu aventurero, lo que nos facilitó que pudiéramos adaptarnos a nuevos países, ella vivió en México y yo en Chile, donde resido desde hace 45 años.

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